La historia de cómo San José acabó siendo patrón de las Fallas

Marzo 09, 2024 0

Pocos conocen que el origen histórico de la celebración es religioso y que las fiestas llevaban hasta hace poco el nombre del santo

Pocos conocen en la actualidad que el origen histórico de nuestras Fallas es religioso y que su denominación oficial –así aparecía en la cartelería oficial hasta hace pocos años- era Fiestas de san José, siendo su centro y culmen, precisamente, el día en que la Iglesia Católica celebra la solemnidad litúrgica del santo, el 19 de marzo.

Estas a su vez, según algunos estudiosos, son sucesoras de la costumbre de hacer hogueras en todas las culturas del mundo en los equinoccios, cuando el día y la noche tienen la misma duración por la posición del sol, fijando el inicio de la primavera (19-21 marzo) y el del otoño (21-24 septiembre), costumbres paganas o dedicadas a otras divinidades, que la Iglesia cristianizaría. Para otros, las Fallas son nuestras singulares fiestas de carnaval. Es sabido que Valéncia está en permanente estado de fiesta. Salimos de unas y entramos en otras. Las encadenamos.

Se hacía hogueras de júbilo, en impetración de bienes y prosperidad, de deseos de felicidad a la tierra y a los dioses, se pedía el alejamiento del mal y los desastres y un futuro próspero y grato para quienes festejaban en torno a las llamas o las saltaban. Al fuego se le atribuían efectos purificadores, espantador de males y de malos espíritus. El fuego encendido frente a las casas era considerado protector.

Los autores de las hogueras eran los propios mozos de las fusterias movidos por la llegada del buen tiempo. A lo largo del invierno iban haciendo acopio de residuos y materiales inservibles de la madera trabajada, que quemaban junto al «stay», el palo que sostenía la antorcha que iluminaba los talleres carpinteros en las noches de velada del invierno. (De ahí la expresión valenciana, «treballar a estay»). En torno a ellas, no faltaba la fiesta, la comida, la música y el baile.

Fue el fraile dominico Vicente Ferrer quien en el siglo XV fomentó por libre la devoción al esposo de la Virgen. El Gremio de Carpinteros, potente en aquella época, haciéndole caso, le declaró en 1497 protector y patrono del oficio. La popularidad de San José llegó al extremo de que el Consell de la Ciutat solicitó al arzobispo (san) Juan de Ribera que lo declarase también patrón y protector especial de la ciudad, hecho que ocurrió en 1609

El que el Gremi de Fusters lo tuviera por patrón –antes había sido san Lucas- refiere Jesús Villalmanzo que probablemente se deba a la influencia del Convento de las Carmelitas Descalzas de la Encarnación, hoy aún existente pero sin monjas carmelitas, donde celebraban las fiestas religiosas el Gremio, de ahí que San José acabará siendo patrón de la asociación y con el tiempo de las hogueras y, consecuentemente, con el tiempo de las Fallas.

Villalmanzo cuenta que la hoguera instalada en 1749 delante de la Casa Gremial, integrada por la respetable cantidad de tres quintales de leña, en la noche de san José, patrón del Gremi de Fusters.

El Gremi de Fusters fue uno de los gremios fuertes de Valéncia, de su actividad e importancia ya se tiene noticia desde el siglo XIII, cuando tenía su sede junto a la Iglesia de san Martín, y en 1479 construyeron casa gremial, el Palau de Balmes, que aún sigue en pie. Poseía el gremio el monopolio de la construcción de cadafalcs y otros artefactos de madera públicos e influyó sobre el Consell de la Ciutat para que las hogueras de la primavera no se hicieran en cualquier sitio, sino en las que se marcara ex profeso. De esta manera, en 1774, comenzó a legislarse dónde debían ser colocadas. La norma es el precedente de la normativa municipal actual de dónde puede plantarse o no Falla.

La popularidad de san José hizo que la Ciudad le dedicara una plaza pública en la que se le levantaron dos altares. Por una providencia del Mustasaf de 1638 sabemos se le llamaba Plaça de sant Joseph y en ella estaba la Casa de Comedies, el teatro más importante de los varios que tenía Valencia, propiedad del Hospital General al que iba destinados los beneficios de las representaciones. En razón a ello, se le denominó también Plaça de les Comedies, hoy subsiste en la zona la calle Comedias, aunque el vulgo la conocía por Plaça de la Olivera, por un inmenso olivo allí plantado.

Los Jurados de la Ciudad, por Deliveració de 20 de abril de 1694, acordaron autorizar al vecindario a hacer corridas de toros, corriéndolos y matándolos a estoque, permitiendo a los vecinos cerrar las bocas de la plaza con tablados de maderas. Fuente

El Becario

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